20 ago 2014

Deja vu: ¿masificar la UACM? Carta abierta de John Hazard a Hugo Aboites



Reproducimos el texto del muro de John

Carta abierta de John Hazard a Hugo Aboites 
A 19 de agosto de 2014

Estimado Hugo:
(Creo que se entenderá que esta carta no es sólo para ti y que tampoco es una petición para que tú solo resuelvas los problemas aquí mencionados.)
Tu propuesta para aumentar la matrícula de la UACM llegó en vísperas de una marcha de antorchas de los estudiantes del Movimiento de Aspirantes a la Educación Superior (MAES) el miércoles 13 de agosto partiendo del Monumento de la Revolución. Conozco y respeto tu solidaridad con ese y otros movimientos dedicados a democratizar el acceso a la educación a todos los niveles y apoyo el acuerdo alcanzado ese mismo día entre el MAES y la UACM para que unos docenas de aspirantes entren en la UACM este semestre. Sin embargo, los pocos detalles ya expuestos de tu deseo de hacer crecer los planteles existentes de nuestra universidad me dan una sensación de deja vu. Entre principios similares que guiaban la rectoría de Manuel Pérez Rocha y los objetivos electoreros de Manuel López Obrador, la matrícula se duplicó en el plantel Tezonco en el segundo semestre de 2004. Eso no estaba mal; duplicar una población de unos cientos, y todavía con mecanismos para escoger bien a los nuevos profesores y ofrecerles una formación en la educación constructivista, no creó ningún trauma. Pero de allí a 2006 la población estudiantil creció exponencialmente y la contratación de nuevos profesores se llevó—y todavía se lleva—a cabo en los meros momentos de iniciar los semestres (o después), sin tiempo para deliberar bien acerca de los candidatos.
En esos mismos años, el programa de tutoría se debilitó, parcialmente porque los estudiantes perdieron su derecho a escoger desde el momento de entrar en Ciclo Básico a sus tutores, así reduciendo las posibilidades de afinidad tutor-tutorando. Y se debilitó por otras razones: por el caos generado por la presencia de tantas personas en un espacio pequeño, por la apatía de unos de los nuevos profesores y por la desaparición gradual del área de Apoyo Académico, hecho que significó el fin de los intentos de ofrecer orientación y formación a los profesores.)
En los primeros días después de la inauguración del Edificio A del actual plantel, comenté con alguien lo malo de los pisos de cemento. Esa persona me dijo que no me preocupara, que ahorita pondrían un acabado. Eso fue hace 10 años, y seguimos esperando. No lo digo sólo por lo feo del cemento, sino porque en las aulas de Tezonco, y en todos los planteles excepto Cuautepec, no hay condiciones acústicas adecuadas para llevarse a cabo una conversación. Entre pisos duros, techos altos, ventanas enormes y huecos en las paredes entre un salón y otro, cualquier sonido como el movimiento de una silla o mesa, el abrir de una mochila o el manipular una bolsa crea un ruido y un eco.
La profesora Rosa María Torres Bustillos ha hablado de la transición hacia ser un plantel grande, de cuando “estaba en ICA y recibíamos a nuevos estudiantes durante tres semestres consecutivos”. De allí la sensación de deja vu que menciono líneas arriba, ya que, si entiendo tu comunicado, propones hacer lo mismo, ¡a partir del próximo semestre! Rosa María continúa: “Empezamos a hacer una combinación en la cual todavía había atención personalizada. Sin embargo, empezó a ser masiva”. Agrega que un “parteaguas fue cuando, para atender a tantos nuevos estudiantes, empezaron a pedir la participación de profesores desocupados que nunca habían trabajado integración y que no tenían mucha vocación ni motivación”; así, “empezó a haber crisis: seguíamos expresando los principios de la educación personalizada, como si estuviéramos en una pequeña escuela activa, pero los números empezaron a rebasarnos a todos: los maestros, los espacios, los materiales, las fotocopiadoras, el agua no eran suficientes. Deambulábamos por todos los edificios en búsqueda de un baño. (…) Tenía grupos de 50 o más estudiantes en salones hechos para 30. Sentí que era mi deber atender a esos estudiantes que no tenían grupo, no por negligencia de ellos, sino por la mala planeación. (…) Se lo dijimos al rector muchas veces y él hizo cara de que Esto no ocurre en nuestra universidad. Y dijo: 'Por favor, no hagan eso'. Pero ¿con qué argumentos cerramos la puerta a los demás? Allí empezó a haber serias contradicciones entre el proyecto, los recursos y las posibilidades de planeación”. (Las palabras de Rosa María, como las de Claudia a continuación, vienen de las entrevistas en mi libro Con estos estudiantes: La vivencia en la UACM, como ya sabes porque escribiste el prólogo.) A todo lo mencionado por Rosa María podemos agregar que se permitió en Tezonco que dos carreras tuvieran en conjunto, hasta recientemente, a alrededor de 40 por ciento de los estudiantes. Desde una de esas, Ciencias Políticas, un grupo de profesores y estudiantes se ha dedicado a destruir el proyecto original desde adentro y fue instrumental en cometer los fraudes necesarios para que llegara a la rectoría Esther Orozco y para que ella contara con un Consejo Universitario incondicional.
La expansión de Tezonco coincide con el decaimiento de Casa Libertad debido, en primera instancia, a la renuencia de unos profesores y unas academias enteras a trabajar allí. Siendo más justo, hay que aclarar que por lo menos una carrera, Comunicación y Cultura, pidió concentrarse en una sola sede en donde podría con mayor eficiencia desarrollar la infraestructura necesaria para su eje práctica. Los que dominan la facción B de Ciencias Políticas, por otro lado, tuvieron otra idea, y vieron en Casa Libertad el lugar ideal para implementar sus experimentos corporativistas, hecho reflejado hasta recientemente en quiénes han sido los representantes de ese plantel en el Consejo Universitario. Más recientemente, muchos estudiantes de ese plantel opinaban—y coincido con ellos—que no había condiciones para terminar con la huelga en diciembre de 2012 y propusieron mantener la huelga. Por eso, se han enfrentado con la hostilidad de profesores de la mencionada carrera y de las pocas otras allí presentes y ese hostigamiento ha orillado a la mayoría de tales estudiantes a cambiar de facto a Tezonco. (Algo similar ha pasado en Cuautepec: en lugar de impulsar la salida de ese tipo de profesores, los estudiantes se van.)
El plantel Centro Histórico tiene la virtud de ser de un tamaño adecuado para que casi todos se conozcan pero las desventajas del sobrecalentamiento durante ciertos meses y del problema acústico derivado de su ubicación sobre una avenida que es casi carretera, problema agravado por la remodelación de 2004-6 cuando el plantel cerró para reabrirse con unos enormes cubos que permiten que cualquier conversación en el primer piso se oiga en el quinto piso. Como dijo Claudia Álvarez López, estudiante de la primera generación en Centro Histórico: “Ni Casa Libertad ni el plantel Centro Histórico eran espacios adecuados para dar clases ni para ser estudiantes. No soy arquitecta, pero no veo dónde hacerle gran cambio a ese edificio del Centro, porque era de oficinas, ¿no?” Sugiero que, en lugar de adquirir un edificio adyacente para expandir ese plantel en su ubicación actual, que Fray Servando 99 y/o 92 se conviertan en las oficinas centrales de la UACM y que se busque un edificio mejor, de preferencia sobre un callejón o plazuela, donde reubicar la actividad educativa.
En Cuautepec, hay espacio para más estudiantes pero hay un coordinador que se empeña en fortalecer los cuadros orozquistas frente a la desesperación de los estudiantes activistas quienes cuestionan lo que consideran la pasividad de ciertos profesores bien intencionados.
La situación disfuncional de Tezonco se ve ahora en la crisis de la falta de oferta. Y cuando digo falta de oferta hablo de que la cantidad de grupos para los cursos “indispensables” es insuficiente (o que muchos estudiantes desertan esos cursos, dificultando la planeación). Y hablo de que hay pocos cursos optativos y que los que hay casi castigan al estudiante que quiera salir de la unidisciplinariedad, obligándolo a prolongar sus estudios para tomar cursos requiridos más los de su interés que supuestamente no tienen que ver con su carrera.
El problema del hacinamiento no es nuevo; viene sin interrupciones desde 2006, cuando la bomba demográfica en cuanto a matrícula se hizo patente. Desde entonces, ha habido grupos de 50 ó 60 estudiantes. El problema se exacerba ahora porque la coordinadora del colegio más grande sueña con una utopía de posgrados y minimiza las necesidades de los estudiantes y profesores de cursos introductorios y básicos. Mientras, el tema de por qué hay tantos oyentes y qué hacer con ellos ya es, por fin, ampliamente discutido. Recientemente se ha empleado la solución efímera y antiética de contratar a gente de asignatura en condiciones desfavorables para esos profesores explotados y para los estudiantes que no cuentan con asesorías ni ningún otro tipo de seguimiento. Además, es ilegal; el SUTACM aprobó por vez única unas contrataciones de asignatura cuando se fue Orozco pero sigue ocurriendo en violación del Contrato Colectivo de Trabajo y de los derechos de los estudiantes.
Antes de masificar (más) a la UACM, vale la pena ver las palabras de Manuel Gil Antón en el libro 4 de la Colección Galatea, donde dice de las universidades en general: “El crecimiento es enorme, y para nuestra vergüenza, también la ignorancia sobre ese inmenso conjunto de jóvenes mexicanos. Cada día llegan a 'tomar' clases. Los vemos caminar por los pasillos, (…) les 'pasamos lista', retenemos algún nombre, los calificamos (…) pero, ¿quiénes son? ¿cómo conciben su estancia en esos sitios que nosotros, los mayores, consideramos lugares para estudiar y punto? (…) No lo sabemos, y resulta todo un despropósito, como afirma Adrían de Garay, decir que los estudiantes son el centro de atención de las universidades”. No es ningún secreto, ni es culpa de la Universidad, que los estudiantes lleguen habiendo leído y escrito muy poco en sus vidas; lo que sí es preocupante es que muchos egresados todavía tienen grandes problemas con la redacción. Sugiero que estudiemos en serio propuestas como las de Deborah Meier para convertir a las escuelas grandes en varias escuelas pequeñas en donde, por ejemplo, 80 ó 100 estudiantes trabajen de cerca con un equipo de 4 ó 5 profesores a lo largo de mucho más de un semestre; así, sin que cueste más, podemos conocer mejor la realidad y las necesidades de los estudiantes y acompañarlos en un proceso mucho más profundo de construcción de conocimientos útiles, interesantes y multidisciplinarios. Pablo González Casanova también reivindica las escuelas pequeñas en La universidad necesaria en el Siglo XXI:
“Yo estoy contra la masificación de la educación y por la proliferación de pequeños grupos de enseñanza-aprendizaje a todos los niveles. También estoy por la combinación de los pequeños grupos con escuelas, universidades, institutos, laboratorios y centros de trabajo en asociaciones virtuales o a distancia y presenciales”
La UACM ya tiene las desventajas de una universidad de masas—despersonalización, burocratización, impunidad, reducción de la calidad de las interacciones y por ello de la educación—sin las ventajas—diversidad de oferta de clases, etc.
En el mismo sentido en que, como dices, hay que terminar de construir (materialmente, hablando de acero, cemento y vidrio) los planteles existentes antes de abrir otros, insisto en que hay que mejor la construcción y experiencia educativa y comunitaria en los planteles existentes, sobre todo en los más grandes, antes de invitar a muchos más nuevos estudiantes. Se puede hacer, pero en 10 años no se ha intentado en serio. 
Es momento de detenernos a hablar en serio de quiénes somos a a dónde vamos antes de exacerbar las tendencias recientes.

Saludos, John Hazard




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